Deshaciendo maletas
Un fósil es la suma de todas las calles
que me faltan por conocer,
cada fotografía sueña con parecerse a una ciudad,
y en los aeropuertos el futuro se escribe
sobre lagos de cristal.
Quien abre un mapa encuentra
la ecografía de un recuerdo,
llegar a cada estación es igual
que ir naciendo poco a poco, y en mis ojos
hay glaciares arrastrados
por cadenas de trenes en silencio.
Para después volver a casa,
como un resucitado que recorre sus antiguos objetos;
andar deshaciendo maletas y dejar sobre
el suelo las huellas desordenadas del camino.
Confieso
El día menos pensado te digo la verdad:
que en tus ojos crecen los bosques de la esperanza,
que mirarte cuando duermes
es otra forma de tenerte,
y el deseo galopa en estampidas sobre tu piel.
Te diría,
cuando voy sin ti camino por un paisaje lunar,
tuve que esperarte 365 días para nacer;
y a veces la noche huye en desbandadas
dejando en tu cuerpo desnudo la única verdad.
Quiero decir si alguna vez
me atrevo a confesarte:
que hay días que parece imposible
entenderme sin ti,
y en cada habitación una ventana abierta
acecha si decides no volver,
que aprender a olvidarte es
cruzar la frontera hacia un largo destierro.
Y tantas cosas que me faltan por decir;
arañando las paredes del silencio,
buscando otra forma de llegar a ti.
Formas de llamarte
Llamarte
para probar que tengo la palabra exacta,
hablar contigo o quedarme callado,
buscar un nombre encerrado en un tesoro,
marcas de luz sobre campos de ceniza,
inventar un idioma cada día,
lenguas diferentes para decir te quiero,
alumbrarte en mis labios,
como el código genético de las luciérnagas en verano.
Formas distintas de llamarte; palabras
que encierran un mundo entero.
Preludio de la ciudad que anochece
Cuando miré,
nuestras sombras se mancharon de asfalto.
De repente, la ciudad que acecha se derrumba;
sobre las ascuas de las primeras luces
caen los escombros de la nostalgia.
Era imposible volver. No hay retorno;
para quien ha visto arder
horizontes de distancia ante sus ojos,
no hay retorno.
Entonces la soledad se descolgó por las calles
en lentas estructuras metálicas.
Pero la luna puso semillas de deseo en mis huellas
y entre mis manos creció la certeza de tu cuerpo.
Porque éramos los únicos habitantes de la ciudad
entre tanta gente.
Así fuimos trazando con nuestros dedos
las calles de una cartografía humana,
y levanté sobre tu espalda nuevamente las ruinas
de una ciudad donde solo tú y yo éramos necesarios.
Canción de los cinco días sin tí
Cinco puertas me conducen a casa;
la primera muerde un lunes herido
de escarcha;
el martes tira la segunda a un siglo
que pasa;
ausencia es miércoles con la tercera
amenaza;
pero el jueves intuye siluetas en
la cuarta; y
la quinta abre el viernes de tu mirada.
La nostalgia
La nostalgia son las ciudades en invierno
de un solo habitante, un hombre de niebla que mira
el mundo tras el ángulo de un prisma invertido,
entonces;
hay dormitorios que sufren mientras tú duermes,
hay ventanas que miran
desde el centro de la escarcha,
hay la noche lloviendo su silencio por los tejados,
y esta costumbre de echarte de menos
que va ocupando los espacios,
levantando horizontes que huyen tras de ti.
Hoy he visto tu nombre tendido por las calles,
y eras la ausencia dejando sus pisadas en la nieve,
la distancia extendiendo sus dominios sobre mi piel
como una suma de asfalto.
Sé que estás al otro lado del teléfono,
y existen códigos que descuelgan tu voz al marcar,
que vendrá mañana,
vestida con tu risa de los viernes;
pero dónde poner la noche, dónde los labios,
y este tacto que me arde
sin la certeza de tu cuerpo.
Ciudad de regreso
Cuando volví,
ya no era la ciudad del amor;
amontonados los besos por las calles
y abatida la luna en las almenas
de tanto adiós.
Entonces recorrí las aceras
de una calle vestida de gris,
los ritos antiguos de nuestro amor,
paso a paso descubrí los escombros vacíos;
que era imposible esta ciudad sin ti.
Y por no perder el camino de regreso,
fui marcando la ruta del dolor,
los lugares prohibidos de mi memoria;
hasta borrar los mapas que llevan a ti.
Cerrada en sus fronteras, Granada vigila;
mientras yo camino sobre el cadáver
de mi propio corazón.
Ante la casa de Ana Frank
Cuando todos duermen,
las calles de Ámsterdam bailan hasta el amanecer
sobre las escamas de un reptil acuático.
Pero lloran si buscan hacia dentro
las paredes pintadas de 1942,
la angustia arrojando extremidades
que escalan los peldaños hasta el final.
Detrás de una ventana,
una niña mira en los canales
el reflejo de los edificios
y no sabe cuál de las dos ciudades es verdad.
Para seguir en el mundo, imagina
el color de los tulipanes en el mercado de las flores,
la vida cruzando a pedales los adoquines.
Ella se atrevió a escuchar la lluvia
a través de los relojes, vio a los leopardos del alba
golpear contra las ventanas cerradas,
y aprendió a caminar sobre el silencio, como
el futuro camina sobre la línea
de la palma de sus manos.
Hoy los turistas visitan su casa,
leen su diario y compran postales,
fotografían las evidencias del odio, intuyen
pero no comprenden
hasta que un escalofrío les recorre las médulas:
ella dejó para nosotros la caligrafía del miedo
escrito sobre el vaho de los cristales.
Ciudad del asedio
Largo asedio hasta llegar a tu cuerpo;
las cuerdas al viento, la luna y quién
por las torres, quién sobre el tapial del sueño.
Tras la ciudad en llamas, cifré el secreto
de tus labios, el código del que
siente la vida dentro de un deseo.
Y abatido el miedo, abracé tu cuerpo
sobre los mapas mudos, como quien
dibuja estrellas en el firmamento
Canción del que desayuna contigo
Domingo en tus ojos. Sueñas.
Una serpiente coral
repta por tu cuerpo. Muerdo
tu cuello y huyo en la espiral
de mis deseos. Despiertas.
Porque un perfume café
te regresa del sueño. Abro
los códices de mi fe
y marco tu nombre. Esperas.
Rezo el milagro de estar
cada día contigo. Llevo
el desayuno a tu altar
y me doy a tu labios. Besas.
Tú decides sabor miel.
Mientras yo me desayuno
otra mañana en tu piel.
Nocturno
La noche es un murmullo
bajando por tu espalda.
Detrás de cada ventana unos ojos acechan
hasta desnudarte.
Mientras, la luna recorre sobre mis labios
un paisaje de insomnio.
Una ciudad se va anudando entre tus muslos
como una inmensa fiera.
Hasta que el deseo aúlla
con las últimas sirenas de la madrugada.
Porque dentro de mis ojos
un tigre acecha hasta que duermes,
se lanza sobre tus hombros y te devora.
Condiciones meteorológicas
Llueves;
porque el deseo también llueve,
mojando con tu sombra los tejados,
lloviendo tu contorno en las aceras
con un dulce presagio, como un límite
que comprime los cuerpos hasta hacerlos uno.
Llueves;
y con tu lluvia empañas los cristales
en lentas membranas de sudor,
que irá dejando un sabor a sal en la cola
de cada suspiro;
mientras la piel se empuja
contra el campo sembrado de nuestros cuerpos
mordidos por la sed.
Llueves;
hasta que el mundo naufraga
bajo la huella acuática de tus labios,
nos vamos buscando con la yema de los dedos;
como el amante que busca en la piel
los puntos cardinales del deseo.