Ofelias
∫∫
Si soy de lirio o de marfil
nadie me advirtió.
Una oscuridad me encubre,
un manto de nieve,
pues ciego sería
quien sólo se ve en la superficie.
ℑ
Bajo la inmácula albura
de mi yerma planicie
un prodigio se oculta:
la serenidad del musgo reposado,
la gravidez de sauces intrépidos,
los mosaicos de líquenes tenaces.
Y entonces, sonrío.
℘
Las huellas eternales
musitan póstumas espumas,
pálidas señas de antaño,
pardos anhelos clandestinos.
Sólo cabe desoír su gélida trovada,
pues no me atañen las edades
siendo pleonasmo en longitud.
∅
Decliné de las cumbres el cortejo,
la lumbre de cuencas abdicadas.
Con témpano yo pacto
y en carámbano me avengo:
corimbos de banquisa,
óbelos de hielo.
Contrasentencias
{Minos-Éaco-Radamantis}
Adoro tu dureza de alabastro,
tu cuerpo sabio de piedra depurada.
Verdades                  busco en tu pecho,
                 -o perlas-
como ejército de hormigas
dispuesto hacia tus muslos
                                 -firme morada.
Fortaleza es tu boca
                                 -y justa-,
más roca que arena
para esta rabia de miura.
Adoro la joya engastada de tu vientre,
más crisálida que piel,
porque estás todo en ti
                                 -y permaneces.
Así que, amor, no temas
si te acosa la erosión de los hombres:
contra el enemigo de agua, resiste;
contra el enemigo de viento, resiste;
contra el enemigo de fuego, resiste.
Porque el agua se devora en su ira,
el viento se extingue en su locura
y el fuego, cobarde, muere.
No, amor, no temas.
Contigo                no hay derrota,
              -o en ti-
pues yo no tengo más juez que tus labios.
El rapto
Fénix de ti mismo,
muerdes la esférica sangre
sabiéndote sin cetro ni corona.
                                                Amor,
mi reino es desierto duro
de espesa vena y vergel cansado.
                                                Amor,
en mi jardín no hay orillas
ni con lágrimas de azufre
Caronte a quien pagar.
                                                Amor,
he aquí mis arras:
ofrenda de aposento
o ansia de semilla.
Pero abriré para ti todo un cosmos
que arderá en tus labios
bajo la dividida tierra.
Pues muerdes                con entrega
y caes                sin resistencia.
Elegías del Nilo
Si pudiera con mis manos yermas
brotar juncos en tus ojos,
no habría destrucción para nombrarte.
Oh, amor,
cada vez que te invoco,
recibo de los dioses
dolor de hueso y piel, por todas partes.
Oh, amor,
sólo tú sabes
provocar el rubor de la tierra,
comprender el misterio del veneno
y de la miel,
como aquél que acaricia
por vez primera el grano maduro.
Si es tu cuerpo limo abandonado,
de primordiales surcos o heridas en cosecha,
ignota travesía será para esta pobre hechicera.
¡Cofre de amor,
árbol en cinta!:
es tu féretro el fértil mundo,
confinado en lontananza.
En tanto,
esta alada vagabunda,
sin comitiva, sin plañideras,
errante siembra templos
por devolver {te/me/nos} a la vida.
Atanor
Dardo siniestrado en Hades ardida
y cruda dentellada para tan sumisa fiera.
De tu boca, presa feroz, pido atadura
y envidio la suerte de la hiedra que todo lo habita.
Mi lengua,
mil sierpes en danza ciega,
se hunden en tu pozo
de sal, fuego y aroma.
Del amor huyen, al amor regresan:
coro devorándose en sus fines.
Y emergen de tu fragua renacidas
en trenza de racimos abrazadas.
Degollados todos mis vacíos,
de tanta tierra que en mi garganta dejas,
vendimia de este beso es voz {nueva}.
Rito de lo infigurable
Entre mansas tinieblas,
convocamos nuestros cuerpos.
Ya ulula el cerbero tus designios de nutriente.
Ya ensortija la laguna los contornos.
Ya declinan los álamos en manto abovedado.
Tus vértebras irradian la savia
del próspero descenso y de la muerte fértil,
y yo me diluyo toda cuévano
en este amor
infigurable.
Designios
Bronca vacuidad, vulgar Teseo,
la de tu estoque inútil
si has de abrirte paso con ovillo de mujer.
Opresoras no son de Dédalo
las galerías de calandria
de asteriones plenos,
ni cadenetas de celdillas
para un deshilachado dios;
será de tu extravío la urdimbre
zurcida desde antaño por los vates.
Por elogio del rencor,
por futilidad del pusilánime,
pudo ella ahorcarte con su hilo,
un seco hilván de sagrada cornamenta,
un brocado regio para sienes no tan nobles.
Vulgar Teseo,
perdonado has sido,
pues el telar revela lo que el albero oculta,
el serraje atroz de tu cruel designio:
¿de qué maraña retornar o partir?,
¿qué engendro combatir o doncella abandonar,
vulgar Teseo, si eres tú tu propio laberinto?
{Y,O}
Trazando en la corteza cicatrices imprecisas
se derrama un oráculo pretérito.
Si el enigma del árbol sangra denso,
confunde a los presagios su áspera factura.
Signos de signos sobre signos.
sucumbir    Y    descifrar
inferir         O         acontecer
Signos de signos sobre signos:
la talla atenazante.
No hallar significados tras las marcas,
abdicar de las condensadas claves,
y acatar sus furtivas relaciones
con toda su incierta incertidumbre.