Vallejo
Escupe sangre, dolor y luna
desde algún café surrealista
tal vez en Perú, Madrid o París.
Llora una vida aleve, autóctona
de un paisaje perdido en Trujillo,
llora y llora como Manco Cápac
el lenguaje de los coricanchas,
llora por x elevada a y
desde mares de nata batida,
llora por el hombre que ya no es niño
y por el niño que nunca será hombre.
Miradlo, desde la foto de un libro
con el pobre traje oscuro y tísico,
crespón simbólico de fatalidad
y los ojos de puma en cautiverio.
Miradlo, pero también mirad a ella,
sentada a su lado en la misma piedra
desde algún rincón perdido en Versalles
con el vestido barato de París,
con los mismos melancólicos
por todas las ciudades destrozadas.
Miradlos, pues ellos también nos miran
y parece que nos hablan y enseñan
a permanecer juntos para siempre
aunque se lloren nostalgias imperiales.
De La lentitud de los días
Rimbaud
He cogido la navaja segadora
la vergüenza henchida de los heliotropos,
Arthur Rimbaud.
He arrojado mi aliento de licor
a los vientres de ciudadanos borrachos,
Arthur Rimbaud.
He parado el reloj de la esterilidad
con mi esposa y mis dos hijos,
Arthur Rimbaud.
He creado una videncia más comercial
lejos de las fuertes aguas maduras,
Arthur Rimbaud.
Pero te envidio Rimbaud,
Satán adolescente.
Yo no babeo mi culpa
desde Menelik hasta Zeilah,
la olvido sobre el mantel
de mesa con sopa fría
como un rebelde de escuela.
De La lentitud de los días
I
Lejos de la transparencia de las horas
el poeta lleva lacras
de tiempo perdido,
fragilidad
sólo.
Nada sabe del óxido de la vida
el cadáver de los sueños,
el delicado amor,
la respuesta
sin más.
Conoce a los animales cotidianos,
el signo de la soledad
su visible gesto,
el descuido
nada.
También la desvibración de los amigos,
la ausencia de lo querido:
la desolación,
en fin
nada.
De La lentitud de los días
II
Cavarán tus manos el dolor de mi arena,
veré los barcos desde tu mirada,
emigrará el albatros de los malos tiempos,
escucharé la espuma desde tu boca,
probaré la sal en tu piel,
me amarrarán los nudos de tus venas.
Será siempre el mar una metáfora.
De La lentitud de los días
I
Despierta.
También para ti despunta el alba
pincel violeta sobre tu espalda.
Sacude tersas sábanas de sueño,
cenizas de palabras en tus dedos.
Inédito
II
Cavarán tus manos el dolor de mi arena,
veré los barcos desde tu mirada,
emigrará el albatros de los malos tiempos,
escucharé la espuma desde tu boca,
probaré la sal en tu piel,
me amarrarán los nudos de tus venas.
Será siempre el mar una metáfora.
Inédito
IV
El desorden acaricia la orquídea de mi alma,
evapora todos sus naufragios
sobre olas de corazón estriado.
Deja al deseo deslizarse entre sus pasos.
Inédito
V
Indícame la albura de tu vientre:
nace mi deseo en su vestigio,
sé que un océano cabe en tus labios
adonde canta alborada la luna
con tu espalda y su perfume,
indícame también tu amanecer
adelgazada voz de besos
blancas nubes, alas extinguidas:
lo tengo todo entre tus piernas…
en su río naufragará mi aliento.
Inédito