C
Cuando yo ya no esté. Cuando el olvido
apague el resplandor de la memoria.
Cuando el último dato de mi historia,
sobre los vientos, quede diluido.
Cuando mi corazón, enaltecido,
sucumba en los vergeles de su gloria,
de implacables cenizas y de escoria,
en la desolación del tiempo herido.
Cuando la piedra imite con su gesto
el silencio precoz que me apresura
hacia los blancos muros de la muerte.
Cuando mi sombra, de semblante enhiesto,
busque el refugio de la sepultura:
tú me habrás de querer y yo quererte.
De Sereno manantial
La caída de los mitos
Nunca admiré la vanidad del héroe
ni la humildad del santo.
Si escéptico me llamas
porque no me cautivan tus historias,
procura renovar tu epistolario
con más fluidez,
los hombres se merecen
muchas más atenciones que los dioses.
De Cantos adversos
Soledad
Me duele el corazón, rejas de acero.
y a lo lejos el mar y los marinos.
Los montes juegan a la rueda. Quiero
la libertad del mar y los caminos.
Desde la soledad de mis cristales
digo adiós a las aves emigrantes.
Lloran las hojas. Lluvias torrenciales.
Rojo viento de oestes y levantes.
Ya se acerca la noche. Las esquinas
iluminan su tenue faz de hielo.
Vuelven los niños al hogar. Ovinas
caravanas de nimbos en el cielo.
Queda el pueblo en silencio. Las ventanas
han cerrado sus ojos. Pasa el río
más allá del silencio. Dos campanas
y un alto campanario en el vacío
de una noche otoñal. Amargamente
me he sentado a mi diestra y ha crecido
por mis duras mejillas una fuente
y una flor de cristal descolorido.
Me duele d corazón. Quietud. Se mueve
la aguja del reloj del viejo muro.
Viejos recuerdos. Viejas sombras. Llueve.
Mes de noviembre trágico y oscuro.
De Paisajes del amor y el desvelo
Hijo
¿Qué futuro te espera? ¿Qué presente,
te estamos construyendo, de locura?
¿Qué albergue para el miedo? ¿Qué fisura
donde ocultar tu delicada frente?
¿Qué estación para el ocio? ¿Qué torrente
en que aliviar tu cálida figura?
¿Qué aljibe para el beso? ¿Qué blancura
para tu mocedad intransigente?
No me conforma mi dolor. La historia
Nos habrá de juzgar. Es el ocaso
del hombre, holocausto de las flores.
Esta tierra te ofrezco. Breve escoria
para tus sueños, hijo, y el fracaso
donde se anegan tus progenitores.
De Despojos
Oda al signo menos
Pero llegó el silencio. Y el otoño
era una muerte horizontal y sola;
los árboles talados, las umbrías
enmohecidas de olvidos y de hojas.
Atardecer. Puñales del ocaso.
Heridas en el sol y carne roja.
Un desfile de brujas van cantando
entre dientes, montadas en escobas.
¿A dónde está el amor? ¿En dónde viven
las alboradas tibias, las alondras
que conocen el ritmo de la sangre
definitiva de las amapolas?
¿Qué corazón soporta esta tristeza
cautiva en lo profundo de la boca?
¿A dónde está el amor? ¿Qué viento fuerte
pulió mi negación rotunda y sobria?
Preguntas y preguntas y silencio
y silencio y silencio, hora tras hora.
Ojos abiertos y cerrados. Ojos
que nada ven y nada esperan. Sombras.
De Odas numerales
Oda al la circunferencia
Se quebraron los bordes del polígono
y se hicieron flexibles las aristas.
La mañana es redonda y en sus curvas
hay labios circulares y sonrisas.
¡Oh, los giros del monte, los recodos
de las aguas plurales, cristalinas!
¡Oh, las aves que vuelan y consiguen
amenizar silentes geometrías!
¡Contornos de mujer. Pechos que buscan
el hueco justo y frágil de la brisa!
¡Caderas de metal, muslos guijarros,
oscuros ojos y mejillas nítidas!
Todo gira, se mece, se transforma,
su vuelve luz en la fragancia tibia
de la rosa de abril que se abre y vive,
porque vivir es causa curvilínea.
Como un coso de fiestas y clamores
quedó en la luz la curva concebida:
metamorfosis de la línea recta;
principio y fin de cuerpos y de aristas.
De Odas numerales
Oda al número cero
Redonda negación, la nada existe
encerrada en tu círculo profundo
y ruedas derrotado por el mundo
que te dio la verdad que no quisiste.
Como una luna llena es tu figura
grabada en el papel a tinta y sueño.
Dueño de ti te niegas a ser dueño
de toda la extensión de la blancura.
Tu corazón inmóvil y vacío
ha perdido la sangre que no tuvo.
Es inútil segar donde no hubo
más que un cuerpo en el cuerpo sin baldío.
Redonda negación, redonda esencia
que no ha podido ser ni ha pretendido.
Sólo la nada sueña no haber sido
porque no ser es ser en tu existencia.
De Odas numerales
Oda al número dos
Siempre infantil caminas por las cifras
enseñando tu cola puntiaguda,
y tu panza de niño adolescente
por donde se resbala la ternura.
Eres, al fin, el único juguete
que traza el usurero con su pluma.
Cisne de los papeles escolares!
¡Príncipe y equilibrio de las curvas!
Cuando tu nombre se abre entre mis labios
apenas si se mueve tu figura;
en el aire nadando te me alejas
por un mundo de hierro y de penumbra.
¿Qué vas a hacer cuando el dolor te lleve
por las altas ventanas de las sumas?
¿Qué vas a hacer cuando los ases vengan
a oscurecer tu blanca dentadura?
Vuelve a mis labios niños, quiero hacerte
corazón infantil de flor y fruta.
Vuela de los papeles a los prados,
donde crecen los soles y las lunas.
De Odas numerales