Árbol inútil
A fuerza de llorar, crecer hacía
el árbol que con lágrimas regaba
G.
Ya del laurel las ramas ofrecían
aroma de tus labios. ¡Dafne, Dafne,
gacela del amor!, odio sin celos.
Qué muerte de madera por tus muslos
hasta la copa verde del cabello
te asume y transfigura, ¡Ninfa viva!
Mil bocas cual cuchillos por tus hojas
besan el aire, nudo cristalino
de la cintura triste de tu cuerpo.
Múltiples ojos dan flores despiertas
al injusto pistilo. Madre tierra
te siento por mis pechos ascendiendo,
honda en la savia, dura en mi corteza.
¿Por qué el amor negaste, rubia Dafne,
para morir Sin tiempo en el laurel?
Padre Ladón, tus aguas me circunden,
fuentes de Arcadia, origen de tu cauce,
donde rendir mí sed a tu frescura.
Bajo la fronda umbría, donde creces,
tiendo mi llanto al mar, ¡Tigre sonoro!,
por donde boga amargo mi silencio.
Ay, Dafne, Dafne, cruel, árbol inútil
para el amor del hombre, Apolo eterno;
para el dolor del cuerpo, Ninfa parda,
soledad vegetal de las laderas.
¿Quién libra del anhelo la quimera
donde besar tu fuga rauda y casta,
prisionero cantando entre tus brazos?
De Ceremonia salvaje
IV
Luce el ramo de lilas en la mesa
desolación ausente. Esquila rota
que en el cristal asume su derrota
prisionera del agua. Dulce presa.
El aroma te ronda fiel, no cesa
en presagiar tu muerte a cada gota
de tristeza morada. Amor azota
la frágil rama del dolor no ilesa.
Oh racimo de vida cercenada
ahuyentando el embate del destino,
en la luz de la aurora fugitiva.
Morirás sin el viento, alucinada
por un lóbrego afán –oh amargo vino-
Efímera galaxia en flor cautiva.
De Ritos y cenizas
Desolación de labios
Las espumas entornan la sortija
del mar a mi cintura desolada.
La nave de tu pecho desvelada
caracoles solicitos cobija.
En su arpegio nos cimbra la clavija
del bronce de las horas. Triste espada
taladra el pedernal de tu mirada.
Y el cipres con su grito al llanto aguija.
¡Amor de los abismos!, fruto amargo,
sobre el dolor del tiempo navegante.
¡Amapola sin alas nunca asida!
Quien libera mi mastil del letargo
sin aventura. ¡Frio de diamante!
desolacion de labios. Nieve herida.
De Ceremonia salvaje
Sin título
Aynadamar el recinto
del amor. Y tu presencia
claro fulgor: inminencia
alza el afán nunca extinto.
Conjunto de laberinto
entreteje la colina
(sabio secreto de mina
tanta riqueza procura).
Huésped tú de la hermosura
donde la ofrenda culmina.
De Diamante
Ocaso del silencio
Grito el yunque sesgado por mi pecho
Halcones y chacales bajo el sueño
Los barcos de mis sienes navegaban
Mensajeros sus puertos y distancias
Colman bosques el mundo acecha ardiente
Lobo de sombra tras oscuros peces
El universo late deseado
Bajo la espiga de mi verso salvo
Sabia lengua de acero laceraba
La raíz de mi aliento ciega llama
Por cimas del canto sumergido
Un vencejo de níquel yace herido
El fragor de la brisa y alcanzaba
El olvido al perfil de la fragancia
Regresan los delfines del recuerdo
Sobrios de mares de tesoros ebrio
El corazón expira en la ceniza
Carbúnculo y alondra relucía
De El exilio y el reino
Sin título
Desde sus límites oscuros
persigue la palabra espacios:
memoria, quimera o vigilia
tras los anhelos invocados.
¡Qué secreto de seducción
apresura acordes y labios,
cuando la opacidad abruma
alondras en furtivos álamos!
Desolado y mudo clamor
la noche cela cautivando
delirios de inclemente ausencia
por laureles enamorados.
De Fulgor de la materia
Dedicatoria
Mi cómplice lector y grato amigo,
si apelo a tu serena inteligencia
es para agradecerte –por testigo-
la apasionada y clara convivencia
que a tu atención se atreve. No persigo
desmerecer tu lúcida presencia,
sino que estés alerta a la aventura
que culminando el cielo se apresura.
De Olvido es el mar